El sábado 2 de septiembre se realizó en la EOL la Primera Jornada Clínica Hospitales y Universidad. Fue un verdadero encuentro, sala llena, colegas parados y una retransmisión simultánea en otra sala.
Una alegría que tantos jóvenes practicantes se acerquen a la Escuela a compartir su clínica y su amor por el psicoanálisis de orientación lacaniana.
En las palabras de bienvenida, Nicolás Bousonio ubica que esta Jornada intenta ser una experiencia inaugural, una apuesta a que la sigan otras apuntando a convertirse en una serie. Agrega que la lectura de los 21 trabajos clínicos, presentados por jóvenes residentes y concurrentes de los hospitales de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires, le evocó una frase de Lacan "…como siempre los casos de urgencia me enredaban mientras escribía esto. Escribo, sin embargo, en la medida en que creo deber hacerlo, para estar al día con esos casos, para hacer con ellos el par".[1] Remarca que en cada uno de esos trabajos está ese espíritu de búsqueda, ese intento de estar a la altura, de hacer un par con quien consulta. Concluye: "Es una alegría que ese espíritu perdure en esos jóvenes practicantes".
Luego de las palabras de bienvenida, la Jornada se dividió en dos franjas horarias conformadas por mesas simultáneas en donde se presentaron casos clínicos y cada uno de ellos, fue comentado por un miembro de la Escuela para luego abrir a los aportes, comentarios o preguntas de los colegas presentes.
Por último, tuvo lugar una mesa plenaria de cierre titulada "La práctica hospitalaria y la formación analítica", animada por Gabriela Camaly y Elena Levy Yeyaty. Allí presentaron escritos en relación a su experiencia y recorrido Belén Mc Donnell, Carolina Alcuaz, Gabriela Salomon y Gustavo Slatopolsky.
Belén Mc Donnell llamó a su escrito "Lo bellamente caótico" ubicando la dificultad de la multiplicidad de voces en el hospital y cómo los analistas ocupan lugares que no son los del dispositivo analítico tradicional. Refiere que el desafío es cómo orientarse en el caos de las demandas, las urgencias y no perderse en los otros discursos. Recorta un pasaje de Inés Sotelo que ubica que en la clínica de la urgencia el psicoanálisis propone evitar que los individuos se pierdan, se desvanezcan en el anonimato de la masa e invita a pensar esta clínica como necesariamente inventiva "Hay que inventar cada vez, de nuevo, porque ante la urgencia ´se nos queman los papeles´¨.
Carolina Alcuaz tituló su trabajo "La práctica del psicoanálisis en los hospitales: una clínica bajo transferencia". Recuerda que la práctica hospitalaria no es equivalente a la práctica psicoanalítica y se pregunta entonces: ¿en qué condiciones es posible la práctica del psicoanálisis en el hospital?. Carolina hace un recorrido por los tres hospitales en los que hizo su práctica. Ubica cómo tanto su clínica con pacientes psicóticos como la iniciación en el dispositivo del cartel y su propio análisis, incidieron en su práctica clínica en el hospital. Arma un contrapunto entre la formación hospitalaria, cuyo marco es la carrera profesional que implica una acumulación de saber que se certifica para acceder a determinadas categorías profesionales, y la formación analítica mediante el control de la práctica.
Gabriela Salomón se pregunta por el lugar para un practicante del psicoanálisis de la orientación lacaniana en un Hospital. Comenta acerca de su recorrido en la práctica hospitalaria en la guardia y en consultorios externos resaltando que a mediados de los 80 fueron incorporados a las guardias psicólogos y psiquiatras y que su primer día de guardia un médico le preguntó ¿para qué un psicólogo? Agrega que con el correr de los años y como efecto de nuestra presencia, esa pregunta se transformó en "tal paciente no tiene nada, es para vos" .
Gabriela recuerda que la formación analítica tiene tres patas: el análisis, el control y el estudio de los textos y de qué modo cada una de ellas se fue articulando con el hospital.
Concluye su exposición con una frase de F. Leguil "Se espera que el analista que se enfrenta con la urgencia no sea un hombre de vuelta de todo, pero si un hombre de vuelta de su propia ´urgencia´." [2]
Gustavo Slatopolsky comenta que trabaja en un Centro de Salud Mental y allí coordina un dispositivo que se llama La Cigarra y recorta como central la distinción que ubica Eric Laurent entre el analista y el funcionario del dispositivo. Un analista en un espacio público, en un hospital, tiene que ser aquel que en algún momento de la vida del sujeto pueda decir algo inolvidable. Hace hincapié en la responsabilidad de los analistas de encontrar la manera de no solo hacer valer el psicoanálisis puertas hacia adentro si no de incidir en la propia institución para adentrarla en otro modo de lógica que no sea la del trastorno, ni el del DSM, ni en de la discapacidad, ni el de la medicalización. Agrega que esto implica que, de alguna manera, el manejo de la transferencia, la puesta en acto del deseo del analista, sean posibles.
Finalmente, el auditorio se abre bajo la propuesta de Gabriela Camaly de conversar con los invitados. Voces se alzan a tomar la palabra y resuenan. Transferencias de trabajo, formación, transmisión, control, análisis personal, reuniones de equipo… Del caos al recorte de un detalle y del detalle a una pregunta que hace mella, se convierte en inolvidable y hace Escuela.
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