El 7 de agosto se llevó a cabo la segunda noche del Consejo respecto a la Nueva Política Juventud con la presencia de Manuel Zlotnik (Presidente), Gabriela Grinbaum, Adriana Laión, Elena Levy Yeyati, Silvia Ons, Ricardo Seldes, Inés Sotelo, Silvia Tendlarz y Gabriela Camaly.
A diferencia de la primera, ésta no solo fue abierta sino que también contó vía streaming con las Secciones y Delegaciones de la EOL.
A fin de que se pueda transmitir el clima de la noche, inicio la resonancia tomando prestada una intervención cerca del final de Paula Szabo: "se puede constatar que hay causa cuando el deseo se pone en marcha, eso es la Escuela trabajando". Propongo entonces, una especie de recorte lógico en tres segmentos, como brújula de lectura actual y orientación futura respecto a las implicancias de esta política de Escuela.
La Nueva Política Juventud puede recortarse bajo una acepción o sesgo de trabajo: experiencia.
Tomando la referencia "Alocución sobre el deshielo"[2], se puede leer la NPJ como una experiencia que implica un deshielo, un movimiento sobre lo que venía siendo y que, como el vuelo de la golondrina, anuncia lo nuevo.
Esta política, motorizada por Jacques-Alain Miller y con un rol fundamental de Christiane Alberti, propone salir del mecanismo de la repetición, del automatón, sin ceder en los principios que rigen: una política dócil a lo joven. Bajo esta misma línea puede concebirse el documento "La hora del aggiornamento".
Esta experiencia no solo atañe a quienes tienen menos 35 años, sino que involucra a toda la Escuela. Cuando una política es de la AMP, es una política que concierne a la Escuela y sus miembros, pues la AMP somos todos. Teniendo en cuenta que el concepto de Escuela tiene relación con el despertar, la pregunta por cómo provocar el deseo de que la formación sea dispensada por la Escuela para garantizar y sostener el psicoanálisis de la orientación lacaniana, es una responsabilidad de todos sus miembros y participantes.
¿Enseñan los jóvenes?
La Escuela, al estilo moebiano, provoca el deseo en los jóvenes y aquellos producen un deseo renovado en la Escuela. Esto puede entrar en el registro de la constatación: los efectos de analistas a la hora de ser convocados como más-Uno por jóvenes o así como bien enseñó la Jornada Clínica de Hospitales, escuchar una forma de llevar y hablar la clínica con otra lengua, aquella de la cual se pueden extraer saldos de saber.
La curiosidad se recortó como una posición que conviene a la hora de alojar lo que se viene. El interés por escuchar en la admisión qué arreglo el joven pudo cernir frente a su angustia, su deseo de Escuela. Ese arreglo cuando toma la forma de plantear o plantearse interrogantes claros es una de las modalidades en que los conceptos, los tópicos que aún quedan por investigar, puedan ser afectados por el trabajo con los jóvenes. Finalmente, como nos recordó Jacques-Alain Miller en la presentación de El Nacimiento del Campo Freudiano, la Escuela es un campo de investigación para hacer avanzar el saber del psicoanálisis.
La Escuela como autoridad analítica en la ciudad estará advertida que es una política que responde al síntoma de envejecimiento de las Escuelas por lo tanto, conviene dejarse guiar por la prudencia ante el furor curandis del síntoma, a fin de no arriesgarnos a una apertura masiva.
La entrada a la Escuela no es un trámite y tiene la tonalidad de ritual de pasaje, de apertura al goce de la adquisición del psicoanálisis.
Al escuchar el deseo de Escuela del joven o de Escuela Joven, no sólo se escucha su apuesta sino también, el acto de apuesta de nombrarlo "miembro bajo condiciones". Esto implica un trabajo, un compromiso a construir junto a la Escuela el curriculum a futuro. Siguiendo la orientación de Lacan, se trata de admitir gente en carácter de promesa, a los más serios, a saber, aquellos que en su enunciación den cuenta que pueden estar en la serie y consentir a la transferencia de trabajo, al todos iguales frente al trabajo.
Aún queda la experiencia por recorrer, al tiempo de la ebullición - expresión de Oscar Zack- la paciencia, la confianza y la curiosidad convienen.
Habrá más por trabajar y conversar pero, como nos alentó Marina Recalde esa noche, "¿¡por qué mejor no dejar un bache para la vuelta!?".
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